Vancouver FC tuvo un crecimiento meteórico en tan sólo dos años de vida y tiene una historia tan grande y emotiva como su crecimiento.

Sus orígenes lograron conjugar el amor de una niña por el deporte y el de un padre que deja todo para complacer a su hija. “A ella siempre le gustó el fútbol. Comenzó a jugar en Monteros Vóley y yo la acompañaba a cada entrenamiento. En uno de esos viajes, le propuse que empecemos a entrenar juntos. Lo hicimos, se sumaron unas amigas de ella y luego más chicas. Después de un mes, mi hija quiso entrar a jugar a la liga; eligió el nombre del equipo y creó el escudo”, relata Pablo Pérez, un multifunción que es fundador, presidente y entrenador del club.

“El nombre surgió porque en el torneo de Las Cañas había un equipo que se llamaba Vancouver FC y las chicas que jugaban eran unas cracks. Les ganaban a todos. Entonces pensé que debíamos llamarnos así”, agrega Constanza Pérez Ortiz, la coprotagonista de la historia, quien decidió cambiar el palo de hockey por la número “5” lo que, a la luz de los hechos, parece haber sido un acierto pleno. “Jugaba al hockey, pero por cuestiones de los horarios de estudios, tuve que dejar y decidí dedicarme al fútbol”, revela la joven que, con dolor por dejar el proyecto, se radicó en Buenos Aires para sumarse al equipo de All Boys y continuar adelante con su carrera.

Como en la vida misma, nada fue sencillo para Vancouver. Pero claro, el amor es más fuerte y siempre supera cualquier tipo de obstáculos. “Tuve que crear la Fundación Vancouver para poder entrar a la Liga Tucumana. Sólo cuatro chicas de las 14 que teníamos habían jugado al fútbol, por lo que en el primer campeonato de ascenso perdimos casi todos los partidos. En el clausura de ese año fuimos mejorando y en el tercer campeonato pudimos ascender”, recuerda Pérez, en diálogo con LA GACETA, sobre el ascenso que se dio a fines de 2022, tras vencer por penales a Jorge Newbery.

PRÁCTICA. Vancouver jugó con un equipo de Barrio San Martín de Monteros. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL.

En su primer torneo en la máxima categoría, Vancouver logró clasificar a cuartos de final. Ahora, después de lograr recientemente uno de sus mejores triunfos (3-1 sobre San Martín) apunta a repetir o a mejorar la actuación del último certamen. “La idea es llegar, por lo menos, a semifinales”, afirma Pérez.

Todo a pulmón

Pese al buen presente deportivo, las cosas no son fáciles en el día a día para un club que hace todo a pulmón y que vive como una familia. No cuenta con instalaciones propias y conseguir los elementos necesarios para entrenarse y preparar los partidos siempre se le hace cuesta arriba. “Jugamos de local en distintas canchas de Concepción. Algunas veces nos prestan la cancha de los Bomberos Voluntarios, otras veces alquilamos, otras nos ceden alguna cancha de algún barrio… Claro que cuando podemos, usamos el estadio de Concepción FC”, asegura. Eso sí, las chicas se entrenan tres veces a la semana en un complejo de fútbol ubicado en el barrio Potrero de la “Perla del Sur”.

BUEN PRESENTE. El plantel de Vancouver, que disputa la zona campeonato del torneo liguista, posó feliz para LA GACETA. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL.

Vancouver es amistad, amor propio, enjundia, ganas de crecer y fútbol en estado puro. Pérez, sus colaboradoras y cada una de las chicas que integran el proyecto ponen todo sus esfuerzos en pos de seguir subiendo. “Estamos trabajando solos. Acá todas colaboran a colocar las redes, los banderines, a conseguir algunas pelotas o a planificar los viajes que muchas veces se complican y que salen adelante gracias a la colaboración económica de las familias de las jugadoras. Hoy estamos compitiendo tan sólo con el compromiso y el esfuerzo de los integrantes de este equipo. Sin el apoyo de las familias sería imposible seguir adelante con este sueño”, reflexiona el presidente.

Proyecto superador

El fútbol es el foco, pero no es el único ámbito en el que se mueven Pérez y compañía. Vancouver también realiza una especie de trabajo social en Concepción. “Queremos ofrecer oportunidades a las jóvenes de la ciudad, ayudándolas a crecer como atletas y como personas”, sostiene. “Les exigimos que estudien, que terminen la secundaria; y a las que la terminaron, que traten de hacer un curso para tener algún oficio”, resalta Pérez.

Conseguir un espacio propio en el que Vancouver pueda hacer base es casi crucial para poder llevar adelante el plan completo que tienen. “Es un proyecto a futuro. Teniendo un espacio propio vamos a poder comenzar a recibir chicas de inferiores y así inculcarles, desde chicas, la importancia que tiene el estudio y el trabajo”, advierte. “Es una barrera a superar. Si conseguimos un espacio propio, se nos abrirían muchísimas puertas y nosotros abriríamos muchísimas posibilidades a las chicas que se acerquen al club”, concluye Pérez, quien puso el amor por su hija por sobre todas las cosas y que, casi sin querer, fundó un club que crece gracias al amor por el fútbol y por la superación. (Producción periodística: Carlos Oardi).

ENTRADA EN CALOR. Las chicas se preparan con distintos ejecicios físicos. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL.